La gran campana de ceremonias, el keizu, representa la Conciencia. La conciencia como vehículo de Sabiduría y cualidad del ser humano para darse cuenta de la realidad tal y como es. El poder innato que le ha sido concedido al hombre para rasgar los velos de la ilusión, de la ignorancia, del oscurecimiento, del amodorramiento, y poner luz allí donde hay oscuridad. Cada campanada representa también una toma de conciencia, un instante de visión correcta (shoken), cuya reverberación va diluyéndose hasta desvanecerse en el silencio y la oscuridad, a no ser que una nueva campanada, un nuevo instante lúcido vuelva a despertarla.



La Conciencia en mayúsculas también puede entenderse como la Mente Única, la Clara Luz del Ser, aquello que está más allá de lo manifestado y de lo no manifestado, el sustrato último de la existencia, la matriz ontológica de donde surgen todos los fenómenos y manifestaciones, y en donde todo ello se desvanece. Es el mar del que brotan todas las olas. Es el aire del que surgen todos los vientos. El responsable del keizu debe poner toda su atención, toda su conciencia y todo su ser en ofrecer un tañido limpio, sereno y dulce. Debe hacer sonar la campana en el momento adecuado, ni antes ni después, sino en el momento justo.

Corazón y Conciencia, Compasión y Sabiduría: las dos alas del águila que representa el despliegue completo de nuestra plena potencialidad en tanto que seres humanos.