ENTREVISTA: ALMUERZO CON… ANI CHOYING DOLMA


Pese a rozar la cuarentena, Ani Choying Dolma sigue teniendo cara de niña, de chica lista y despierta, segura de sí misma. Es difícil encontrar en su mirada el rastro de la niña abusada y apaleada que se crió en el barrio de Bodnath, en Katmandú, centro neurálgico de la colonia tibetana en Nepal, aunque tal vez esa fortaleza que desprende esta monja budista tenga algo que ver.

Ani Choying tiene una extraordinaria voz y congrega multitudes cuando entona salmos tradicionales tibetanos. Viaja por todo el mundo y acaba de publicar su biografía, La canción de la libertad (Vergara). Cuando no viaja, vive en Katmandú, donde ha fundado escuelas para monjas budistas con los beneficios que obtiene con sus actuaciones, una red que ahora se ampliará a un centro de diálisis renal en memoria de su madre muerta por una insuficiencia.

Ani Choying es hija de una familia de origen tibetano que llegó a Nepal con la diáspora que siguió a la invasión china, un conflicto que sale una y otra vez en la conversación. Está próxima del Dalai Lama, a quien se refiere como “su santidad” y a quien considera “un ejemplo viviente de la persona que cree en la no violencia, alguien que para mí es un ejemplo y una inspiración, y es una desgracia que el Gobierno chino no se dé cuenta”. “En el fondo de mi corazón estoy convencida de que esto cambiará”, añade.